Los pastores de piedras.

Después de Bujaruelo, teníamos una seria duda... no sabíamos si dirigirnos al Vignemale por Oulettes, al Midi d'Oussau o al valle de Lescún... al final ganó la tercera opción.
Y venga a pasar metros de asfalto por las ventanillas de la furgo, evitando las grandes carreteras del norte de los Pirineos, sin demasiada prisa...

Y llegamos a Lescún, y nos aproximamos hasta el final de la pista que sube a las Granjas de Ansàbere, bajo las impresionantes agujas homónimas.

Subiremos a media tarde, lo justo para llegar hasta el ibón de Ansábere y comenzar a hacer fotos. Nos sorprende ver la actividad ganadera de la Cabaña, con un buen rebaño de ovejas, y un par de mastines. Estampa que ya es bastante rara en nuestra cordillera.

No habíamos estado aquí ni Enrique ni yo, pero habíamos visto fotos del lugar... y cómo miente la fotografía, jaaajaja. Aunque en el mapa resultaba evidente las dimensiones del ibón... al llegar allí arriba, la desilusión es enorme... un rinconcito pequeño, y no demasiadas posibilidades.
Quizás es que inevitablemente comparamos con los grandes paisajes que hemos estado viviendo, y las comparaciones son odiosas.

Además, la clásica del lugar, que son las cimas lejanas de Ansàbere, Mesa de los Tres Reyes, reflejadas en el lago, se nos complica a la tarde por un contraluz despiadado, además de un vientecillo que se lleva los mosquitos, y el reflejo.

EL  campamento, por la mañana.

Cenamos algo y a los sacos. No llevamos tienda. Y empezamos a ver que el cielo se ilumina con rayos de una tormenta... y empieza a llover.
Metemos todo, excepto los trípodes y las botas dentro de las fundas de vivac (que es un cubresaco de tejido impermeable... casi) y nos resignamos a pasar una noche de perros.
Pero al cabo de un ratito deja de llover, y me duermo de seguida. Justo antes del amanecer me despierta un ruido, como un ronquido de Enrique, pero con movimiento de piedras incluido, y resulta ser una familia de jabalís que pasan justo a nuestro lado. Y me vuelvo a dormir, como un bendito.

De nuevo el vientecillo nos "roba" el reflejo, excepto momentos muy puntuales. El lugar es realmente hermoso, las cimas majestuosas, más pequeñitas que las del Pirineo central, pero realmente bellas de formas ...

Y es un placer estar en uno de esos paisajes limpios y con carácter, y sentirse pequeño y grande a la vez.

Y otro cielo sosete, qué se le va a hacer. Para "salaos" ya estamos nosotros... jeje. Lo que llegamos a reír con los primeros rayos y relámpagos de la noche...