Me había quedado con la cara de susto, de la última escalada en los Alpes.
Con ese sabor agridulce de haber "fracasado" pero estando de una pieza.
Y os aseguro que uno de esos días duros en el monte te deja algo tocado, y notas una aprensión que antes no conocías, al volver de nuevo a las andadas... Pero no podemos dejar que un mal día nos cambie las actitudes para con lo que nos gusta... Y ahí estábamos de nuevo, asomándonos al abismo blanco.
Y reconozco que los primeros pasos de la arista de l'Aiguille de Midi me hicieron apretar los dientes y concentrarme más de lo habitual.
La idea, después de un día de descanso en Chamonix era subir al Montblanc, ya que las vías de escalada estaban en malas condiciones, al menos llevarnos el consuelo de subir al techo de los Alpes, como guinda del verano.
Al acercarnos al refugio por la tarde el cielo es un poema. Muy nublado y un viento frío y fortísimo no nos da mucha esperanza de poder hacer nada al día siguiente...
Pero el hecho de volver a intentarlo ya nos sirve, incluso aunque no podamos hacer nada...
Después de cenar, parece que el viento va a arrancar el techo del refugio, y silba con ferocidad toda la noche, colándose por todos los resquicios de puertas y ventanas.
Me acuesto con la convicción de que no saldremos a media noche, ya que la ruta que seguimos para subir al Montblanc está muy expuesta al viento.
Y efectivamente, cuando suena el despertador, a la una de la noche, no se levanta casi nadie. Los guías de montaña aconsejan a sus clientes no salir, y nosotros bajamos a "desayunar"... y nos volvemos a dormir, jaaaajaja.
Al amanecer nos ponemos en pie, y dudamos entre hacer algo o bajarnos definitivamente. El día es espléndido, pero el viento es demasiado fuerte.
Después de muchas dudas (y fotos ;-) ) Decidimos subir al menos al Montblanc de Tacul o el mont Maudit...
Y es una sensación muy rara... empezar una jornada de alpinismo en los Alpes a plena luz, jaja.
Cuando estamos ya cerca del Tacul, definitivamente el tiempo empeora rápido. Hacemos cima y bajamos rápido, intentando escapar de lo que llevan las nubes, pero no hay manera, y nos nieva, nos graniza (dendito casco :-) y nos llueve, por ese orden, durante la bajada.
Y entonces sí, nos despedimos ya de los Alpes, que la previsión del tiempo es mala para unos cuantos días.
Vemos que aún hay gente que baja del Mont Maudit, y algunos que suben con más moral que gana...
En las cercanías del refu hay mucha actividad, gente de cursos, de prácticas de rescate de grietas, unos que asoman las cabezas por las puertas de las tiendas de campaña, y bastantes alpinistas que van y vienen por el camino del refu al teleférico.
Y nos visita el último fenónemo atmosfério que nos faltaba: la niebla, jaja.
Tras la subida agónica de l'Aiguille de Midi, ya podemos estar más relajados, la memoria empieza a trabajar y a ordenar las vivencias a su manera, desvirtuando en cierto modo lo vivido. Pero sin duda, han sido unos días magníficos de montaña, buenas conversaciones, y muy buena compañía.
Con ese sabor agridulce de haber "fracasado" pero estando de una pieza.
Y os aseguro que uno de esos días duros en el monte te deja algo tocado, y notas una aprensión que antes no conocías, al volver de nuevo a las andadas... Pero no podemos dejar que un mal día nos cambie las actitudes para con lo que nos gusta... Y ahí estábamos de nuevo, asomándonos al abismo blanco.
Y reconozco que los primeros pasos de la arista de l'Aiguille de Midi me hicieron apretar los dientes y concentrarme más de lo habitual.
La idea, después de un día de descanso en Chamonix era subir al Montblanc, ya que las vías de escalada estaban en malas condiciones, al menos llevarnos el consuelo de subir al techo de los Alpes, como guinda del verano.
Al acercarnos al refugio por la tarde el cielo es un poema. Muy nublado y un viento frío y fortísimo no nos da mucha esperanza de poder hacer nada al día siguiente...
Pero el hecho de volver a intentarlo ya nos sirve, incluso aunque no podamos hacer nada...
Después de cenar, parece que el viento va a arrancar el techo del refugio, y silba con ferocidad toda la noche, colándose por todos los resquicios de puertas y ventanas.
Me acuesto con la convicción de que no saldremos a media noche, ya que la ruta que seguimos para subir al Montblanc está muy expuesta al viento.
Y efectivamente, cuando suena el despertador, a la una de la noche, no se levanta casi nadie. Los guías de montaña aconsejan a sus clientes no salir, y nosotros bajamos a "desayunar"... y nos volvemos a dormir, jaaaajaja.
Al amanecer nos ponemos en pie, y dudamos entre hacer algo o bajarnos definitivamente. El día es espléndido, pero el viento es demasiado fuerte.
Después de muchas dudas (y fotos ;-) ) Decidimos subir al menos al Montblanc de Tacul o el mont Maudit...
Y es una sensación muy rara... empezar una jornada de alpinismo en los Alpes a plena luz, jaja.
Cuando estamos ya cerca del Tacul, definitivamente el tiempo empeora rápido. Hacemos cima y bajamos rápido, intentando escapar de lo que llevan las nubes, pero no hay manera, y nos nieva, nos graniza (dendito casco :-) y nos llueve, por ese orden, durante la bajada.
Y entonces sí, nos despedimos ya de los Alpes, que la previsión del tiempo es mala para unos cuantos días.
Vemos que aún hay gente que baja del Mont Maudit, y algunos que suben con más moral que gana...
En las cercanías del refu hay mucha actividad, gente de cursos, de prácticas de rescate de grietas, unos que asoman las cabezas por las puertas de las tiendas de campaña, y bastantes alpinistas que van y vienen por el camino del refu al teleférico.
Y nos visita el último fenónemo atmosfério que nos faltaba: la niebla, jaja.
Tras la subida agónica de l'Aiguille de Midi, ya podemos estar más relajados, la memoria empieza a trabajar y a ordenar las vivencias a su manera, desvirtuando en cierto modo lo vivido. Pero sin duda, han sido unos días magníficos de montaña, buenas conversaciones, y muy buena compañía.