Hay lugares en el mundo tan curiosos.... tan diferentes a cuanto les rodea que ejercen la función de un imán.
Te atraen una y otra vez.
Tal es el caso del macizo del Cotiella, en el Pirineo de Huesca. Y más concretamente del entorno del Ibón de Plan. Unas montañas que a distancia parecen pintadas, unos bosques de límites precisos, unas paredes de roca áspera y tarteras de rocas formando hermosos conos. Todo bien ordenado.
Y por supuesto, la Basa de la Mora, o Ibón de Plan. Un lago de montaña pequeño, pero realmente hermoso. Y llama mucho la atención esa masa de agua en un paisaje tan árido...
Llegamos con el tiempo un poco justo, después del buen rato de pista forestal "trabajosa" con la furgo... en malas manos fue a caer :-) Y el cielo es toda invitación al desconcierto. Enormes cumulonimbos por un lado, despejado hacia el sur, pero la verdad es que tanto da. El sitio tiene magia, y en esta época seguro que está bien lleno de agua.
Nada más llegar, tiramos las mochilas y nos ponemos a buscar encuadres, a mirar a ratos el paisaje, a respirar hondo... y nos concentramos en esos troncos, que parecen enormes fósiles del pasado, animales varados en la orilla de un mar primigenio. Aunque yo sé que son troncos dejados allí por algún alud... dicho así suena menos poético, XD!
Desaparece el Sol y empieza el concierto. Al canto de los pinzones se suma el de los sapos parteros, con su insistente silvido, y algún cárabo puntea de vez en cuando... es una gozada estar en un lugar así... cuando sale la Luna.
En un paisaje ya raro de por sí, es más "irreal" aún fotografiado por la noche, cuando toma la apariencia de un decorado de película, de tan bonito que es.
En verano es duro esto de fotografiar... por los horarios, y tenemos un par de horas de coche hasta la localización para el amanecer...
Llegamos con el tiempo un poco justo, después del buen rato de pista forestal "trabajosa" con la furgo... en malas manos fue a caer :-) Y el cielo es toda invitación al desconcierto. Enormes cumulonimbos por un lado, despejado hacia el sur, pero la verdad es que tanto da. El sitio tiene magia, y en esta época seguro que está bien lleno de agua.
Nada más llegar, tiramos las mochilas y nos ponemos a buscar encuadres, a mirar a ratos el paisaje, a respirar hondo... y nos concentramos en esos troncos, que parecen enormes fósiles del pasado, animales varados en la orilla de un mar primigenio. Aunque yo sé que son troncos dejados allí por algún alud... dicho así suena menos poético, XD!
Desaparece el Sol y empieza el concierto. Al canto de los pinzones se suma el de los sapos parteros, con su insistente silvido, y algún cárabo puntea de vez en cuando... es una gozada estar en un lugar así... cuando sale la Luna.
En un paisaje ya raro de por sí, es más "irreal" aún fotografiado por la noche, cuando toma la apariencia de un decorado de película, de tan bonito que es.
En verano es duro esto de fotografiar... por los horarios, y tenemos un par de horas de coche hasta la localización para el amanecer...