La siguiente localización era el macizo del Neouvielle, justo pasado el Túnel de Bielsa.
La última vez que había estado en el macizo del Neouvielle me dejó un importante depósito grabado en forma de recuerdo. Sin duda es una de aquellas regiones que aúnan lo agreste, lo inerte, y lo humano...
Uno de esos parajes de montaña pura y dura, en el que podemos encontrar todos los ingredientes que representan los Pirineos. Hacía ya siete años.
Esta era una localización segura en este viaje fotográfico, Enrique no lo tenía tan claro, ya que no conocía el lugar, pero quedó muy gratamente impresionado.
El acceso al aparcamiento de los lagos d'Aubert y Aumar está restringido durante el día, pero al caer la tarde (cuando se van los cientos y miles de turistas) se puede subir con vehículos particulares... perfecto!
Nada más llegamos al lugar nos damos un "paseito"... para buscar encuadres y respirar libertad. Y casi no nos da tiempo de volver a la furgoneta a buscar los cacharros... puñetero estrés!! La subida a todo trapo mientras me voy comiendo un buen mendrugo de pan... menudas vacaciones, jaaaaaaa!!
Y empieza la fiesta... suave, serena. Como corresponde con el lugar.
Enorme la superficie de agua, preciosas las verticales cimas de la zona... buenos ingredientes para disfrutar haciendo fotos sencillas, sin mucha complejidad compositiva... pero es que hay veces que no es necesario potenciar sensaciones al extraer la belleza de un determinado lugar.
Incluso, me da por probar un brutal contraluz y veo, sorprendido, que el sensor no tiene ningún problema en captar toda la información.
Y nos vamos a dormir, que estamos cansados... y mañana hay que madrugar.
Y madrugamos. Pero no sé cómo, estamos de nuevo subiendo en la oscuridad a una velocidad impensable... empieza el resplandor alpino, y nosotros aún en camino... cachis!!
Un vientecillo nos mata bastante el reflejo del Neouvielle y el Ramoung, pero a mí me gusta particularmente ese reflejo tan desvaído.
El "alpenglow" es un fenómeno que siempre sorprende cuando lo "ves" en la pantalla de la cámara ya que al natural, es tan sutil el tono de la luz, que muchas veces puede pasar desapercibido...
Cuando se acaba el resplandor alpino, hay unos minutos de luz fea y sosa... y entonces llega el Sol.
Y apretamos el disparador una y otra vez, y buscamos con inquietud los encuadres de la sesión anterior, pero algunos de ellos dejan de tener validez con la nueva orientación de luz... me cruzo con Enrique un par de veces, pero casi ni nos miramos, como desconocidos en una gran ciudad.
Hasta que la luz se vuelve demasiado dura, e incontrolable... y veo a Enrique sentado en una roca fumándose un "piti" y me doy cuenta de que ya se ha acabado la sesión... que sólo estoy jugando con la cámara... y que es el segundo día de catorce.
Recogemos bártulos y desayunamos... antes de volver a coger la furgo e ir a...
La última vez que había estado en el macizo del Neouvielle me dejó un importante depósito grabado en forma de recuerdo. Sin duda es una de aquellas regiones que aúnan lo agreste, lo inerte, y lo humano...
Uno de esos parajes de montaña pura y dura, en el que podemos encontrar todos los ingredientes que representan los Pirineos. Hacía ya siete años.
Esta era una localización segura en este viaje fotográfico, Enrique no lo tenía tan claro, ya que no conocía el lugar, pero quedó muy gratamente impresionado.
El acceso al aparcamiento de los lagos d'Aubert y Aumar está restringido durante el día, pero al caer la tarde (cuando se van los cientos y miles de turistas) se puede subir con vehículos particulares... perfecto!
Nada más llegamos al lugar nos damos un "paseito"... para buscar encuadres y respirar libertad. Y casi no nos da tiempo de volver a la furgoneta a buscar los cacharros... puñetero estrés!! La subida a todo trapo mientras me voy comiendo un buen mendrugo de pan... menudas vacaciones, jaaaaaaa!!
Y empieza la fiesta... suave, serena. Como corresponde con el lugar.
Enorme la superficie de agua, preciosas las verticales cimas de la zona... buenos ingredientes para disfrutar haciendo fotos sencillas, sin mucha complejidad compositiva... pero es que hay veces que no es necesario potenciar sensaciones al extraer la belleza de un determinado lugar.
Incluso, me da por probar un brutal contraluz y veo, sorprendido, que el sensor no tiene ningún problema en captar toda la información.
Y nos vamos a dormir, que estamos cansados... y mañana hay que madrugar.
Y madrugamos. Pero no sé cómo, estamos de nuevo subiendo en la oscuridad a una velocidad impensable... empieza el resplandor alpino, y nosotros aún en camino... cachis!!
Un vientecillo nos mata bastante el reflejo del Neouvielle y el Ramoung, pero a mí me gusta particularmente ese reflejo tan desvaído.
El "alpenglow" es un fenómeno que siempre sorprende cuando lo "ves" en la pantalla de la cámara ya que al natural, es tan sutil el tono de la luz, que muchas veces puede pasar desapercibido...
Cuando se acaba el resplandor alpino, hay unos minutos de luz fea y sosa... y entonces llega el Sol.
Y apretamos el disparador una y otra vez, y buscamos con inquietud los encuadres de la sesión anterior, pero algunos de ellos dejan de tener validez con la nueva orientación de luz... me cruzo con Enrique un par de veces, pero casi ni nos miramos, como desconocidos en una gran ciudad.
Hasta que la luz se vuelve demasiado dura, e incontrolable... y veo a Enrique sentado en una roca fumándose un "piti" y me doy cuenta de que ya se ha acabado la sesión... que sólo estoy jugando con la cámara... y que es el segundo día de catorce.
Recogemos bártulos y desayunamos... antes de volver a coger la furgo e ir a...