viernes, 15 de noviembre de 2013

En busca de...

... del otoño... O de lo que sea.

Disponíamos de todo un día, enterito, para conquistar la gloria fotográfica. Amanecer, atardecer y todas esas horas intermedias para detallitos en rincones... Sota, caballo y rey.

Decenas de correos, enlaces, mapas, etc... Decidimos trabajar localizaciones inéditas o, al menos, desconocidas para nosotros. Fuera de las rutas clásicas.
Y salimos de casa aún muy de noche, como siempre, con expectativas creadas, que generalmente no se cumplen...


Llegamos cuando ya clarea el día y buscamos una ventana entre los árboles del bosque. Coche arriba, coche abajo, carreras monte a través y al final encontramos el sitio. Pero no es el momento.
No hemos caído en mirar el TPE y cómo incide el Sol sobre el Pedraforca... La luz es totalmente frontal y por lo tanto, sin relieve.

Mala decisión, pues. Pero buena localización, para otra época del año.


Cruzamos el Túnel del Cadí y vamos a caminar algo y ver qué tal el otoño en el macizo del Carlit...


En el camino hacia les Bulloses hay rincones idílicos, pero la vegetación no es demasiado colorida, aparte de que está todo muy seco.


La excusa de venir aquí también era dar un paseo por los lagos, y buscar localizaciones, para el atardecer, o para cuando se terciara.


Al atardecer le ponemos fe, mucha fe... Pero se queda sosillo...


Y pasaron los días.
Y llegaba otro domingo, y una excursión familiar por el monte, con la excusa (otra más) de coger alguna castaña... Y yo, particularmente, con la excusa de coger castañas, dar un paseo por el bosque, para hacer alguna foto...

Este año es algo seco, y la otoñada muy variable por zonas, pero en algunos rincones está todo precioso.


Y, aunque al lado del camino, encuentro algún lugar donde jugar con las hojas, entrando en mundos imposibles, accesibles sólo a través de la cámara. Donde el tiempo va a otro ritmo, arremolinado.


Aún queda algo de otoño, pero ya vienen las nieves esta semana... Veremos.

martes, 29 de octubre de 2013

Andorra, Mundos paralelos.

El fin de semana pasado tocaba pasarlo en Andorra, "el País dels Pirineus"...


Aprovechando además, que estaría en plena otoñada, casualmente ;-)


A pesar de haber ido innumerables veces nunca me acostumbraré a lo apretado que está todo allí. La mayor parte de las veces que he ido a sido ha hacer alguna actividad de montaña, y he ignorado deliberadamente la "ciudad".


Viene a ser como un centro comercial pero a lo bestia. En fin, que me resulta muy desagradable, y eso que vivo en Santa Coloma... de Gramenet. Que tiene tela.


La cuestión es que resulta bastante terapéutico un paseito (o dos) por los caminos de montaña, a pocos kilómetros de distancia de la frenética actividad comercial y turística del valle urbano.


Choca bastante como puede convivir la Andorra urbana, estresante, apretada, rápida con la Andorra salvaje, que también existe... Aunque se nota mucho la mano del hombre y la inclinación turística del país. Está todo muy preparado, muy bien equipado, carteles, letreros, señales de caminos, senderos perfectamente trazados, los míticos refugios libres de Andorra: una maravilla.


En fin, no deja de ser recomendable para pasar unos días llenos de contrastes, poder pasear por la mañana por uno de los valles más hermosos del Pirineo (La Vall de Madriu) y a la tarde, de tiendas pijas, o de bazares baratos...


Y efectivamente, el reencuentro con ese valle es un bálsamo para el alma, su camino empedrado, sus contrastes de bosque mixto, pinos rojos, abetos, abedules, arces, sauces...


Y qué gozada volver a caminar por viejos caminos, caminos que recuerdas de la juventud, caminos que te recuerdan lo viejo que es el mundo. Caminos que te llevan a través del color, de la vida, de piedras pulidas de tantos pasos que te han precedido, algunos de los cuales fueron tuyos, cerrando bucles o círculos que, espero, jamás queden cerrados del todo.

jueves, 24 de octubre de 2013

Cala dels Frares. Incendio en el monasterio.

A veces cuesta mucho decidir qué hacer, dónde ir... Y es que en la actualidad tenemos una especie de autoexigencia a la hora de conseguir objetivos.

Intentar algo y no conseguirlo es fracasar... Y por todos los medios, buscamos el camino del éxito. No es algo malo, aunque puede llevar camino de la frustación...


La cuestión es que teníamos una tarde para una sesión de fotos, y después de valorar la meteo y el estado de los tonos otoñales nos decantamos por una sesión de mar... A la costa brava!

Cuando llegamos hay pocas nubes, pero la previsión es de un cielo nublado al 80%, así que tenemos fe, y persistimos en nuestra idea.
Y nos ponemos a trabajar.

Es un día caluroso y por el camino de ronda no para de pasar gente, haciéndose fotos, retratos que después enseñarán a los familiares, a los amigos, en el trabajo, etc...


Hoy día ya no somos sólo lo que tenemos, sino lo que hacemos... Con la llegada de las cámaras en el bolsillo (smartphones) parece ser que somos las fotos que tenemos y, sobretodo, somos las fotos que enseñamos.


Pues bien, me toca enseñar mis fotos, otra vez, aunque las mías no están hechas con un teléfono sino con una vulgar, simple y anticuada cámara de fotos, que ni sirve para leer libros, ni jugar al POU, ni enviar un mensaje...


Es una sesión de aquellas que puede pasar de todo y, debido a nuestro historial, tampoco parece preocuparnos mucho. Vamos haciendo fotos, y las luces van evolucionando satisfactoriamente, como los niños aplicados en el cole.


Cuando se está poniendo el Sol, casi de repente, parece que el cielo se ilumina, y la luz baña el paisaje, difusa, reflejada en los preciosos bolos de la cala.


Es un contraluz difícil, y de unos cuantas olas, los filtros se me han quedado llenos de salitre. Imposible seguir usándolos. Pero no hay que dramatizar y sigo haciendo fotos, sin filtros. Disparando varias exposiciones para después fusionarlas en casa.


Y tal como vino, la luz se fue... Perdía intensidad pero no belleza, ya cuando a simple vista no se veían colores, ni texturas... El sensor de la cámara conseguía ir más allá.

Hasta que los tonos se vuelven fríos, y nos vamos a casa con el corazón caliente, ya pensando en la próxima... Y rascándonos todas las picadas de los mosquitos que, como el calor, se resisten a marcharse.








sábado, 19 de octubre de 2013

Tutorial. Edición básica de imágenes en GIMP.

Hoy vengo con ganas de enseñar cuatro cosillas, que debido a muchas preguntas y consultas que recibo deben ser difíciles de entender o aplicar en las imágenes.
Son cuatro recursos que uso yo para acabar de cocinar algunas fotos, que lo requieran.
Es importante en fotografía saber qué necesita cada toma en concreto, qué queremos transmitir, etc... Y mi opinión personal es que la foto ya debe salir acabada, o casi, del rawelador (en mi caso el rawtherapee).

Para aplicar los ajustes que explicaré más abajo es necesario añadir al GIMP unos plugins que se llaman PLUGIN REGISTRY, muy fáciles de instalar en UBUNTU y derivados desde el centro de software. Desde otras distribuciones linux, MAC y WINDOWS, ni idea.

Una vez instalados los plugins, el GIMP se verá así:


Pues bien, abrimos una foto cualquiera (como son todas excelentes, no hay que pensarlo demasiado) directamente salida del revelado del RAW.


Acabaré de darle algo más de viveza, contraste... Más chicha, que se dice.

Lo primero que hago es ajustar los negros en el primer plano, para aportar más sensación de profundidad. Con la herramienta de selección libre, dibujo un contorno a los troncos del primer plano, y después difumino los bordes.


Abrimos la herramienta de ajuste de CURVAS:


Ajustamos la línea diagonal por la izquierda, que afecta a las sombras. Con otro clic, algo más centrado, vuelvo a dejar la curva en su lugar original. Con esto ajustamos los negros sin afectar al resto de tonos.


En la misma selección hecha, además, le aplicamos algo de contraste local, que aumenta las texturas, los bordes, sin afectar al contraste de luminosidad de la escena.


Con esto también conseguimos potenciar el detalle del primer plano, con el fondo más suave.


Después descarto la selección.


Y le damos a toda la imagen una pasada de contraste local, suave.

Por último, vamos a potenciar algo el volumen de algunas zonas de la imagen, con la creación de unas capas de luminosidad, de forma realmente fácil:

Creamos dos capas con el plugin LUCES Y SOMBRAS, y se trata de pintar en las capas, en la CAPA NEGRA, pintamos con BLANCO, y eso aclarará la imagen. Y viceversa:


Tenemos que seleccionar la capa negra, activar la herramienta de pintura, yo suelo usar el espray, por los bordes difuminados. Seleccionamos el COLOR BLANCO. Ajustamos la opacidad del pincel y su tamaño, y a pintar sobre los objetos que queramos "aclarar los brillos", y al revés, en la capa blanca, pintamos con negro, para "oscurecer las sombras".


Tiene que ser algo muy sutil, que casi no se note. En esta captura, he ocultado las capas de fondo, y la blanca y muestro la capa negra, ya veis que es muy poca cosa lo que hay que hacer, pero se nota.


El primer tronco ha ganado presencia, y el bosque del fondo, ha ganado relieve, al ajustar las sombras.


La foto se veía así en un principio (con un clic encima de las fotos se abre el visor de imágenes, y es más fácil compararlas )



Y ahora, otra de las preguntas recurrentes que me hacen. El motivo de que las fotos se vean tan bien.

Para publicar una foto en internet, lo mejor es subirla reducida, a un tamaño, por ejemplo, de 800px de lado mayor. Para ello usaremos la herramienta ESCALAR.


Lo haremos en dos pasos, primero haremos un escalado a el doble exacto del tamaño final deseado, o sea, a 1600 px de lado mayor. Y repetimos la operación con un segundo escalado a 800px.


Y ya la tenemos, con una nitidez rabiosa.


Y esto es lo que, a veces, les hago a mis fotos. Sólo comentar que es un uso del GIMP bastante artesanal. Es lo que yo hago, pero seguro que hay otras muchas maneras de hacer algo similar. En todo caso, mi método es extremadamente simple.
Espero que pueda servir de ayuda, saludos!!!!




jueves, 10 de octubre de 2013

Mar de nubes desde el Taga.

Me encanta, a falta de otra cosa, salir después de trabajar, con la furgo y atravesar la noche en búsqueda de un sueño. De una idea que intenta salir de la cabeza para convertirse en algo físico. En mi caso es una foto, y una vivencia.

Con la Vall de Camprodón al fondo. Antes de irnos a dormir.

Me gusta mucho despertarme en un sitio, sin haberlo visto cuando llegaba hasta allí.

Es como si estrenaras un paisaje, como si estrenaras una luz que ha estado oculta, envuelta en la oscuridad de la noche.

Y lo mejor, que me encanta empezar a caminar cuando aún es muy de noche, y que el amanecer te sorprenda (siempre te sorprende) aunque es algo esperado e inevitable. Algunas veces me doy cuenta de que cuando sale el Sol suelto el aire que había retenido en los pulmones sin ser consciente...

La cuestión es que durante la subida al Taga, cuando aún es muy de noche, vemos que la luz de los pueblos se aprecia a través del mar de nubes, de la niebla que cubre los valles. Es un fenómeno curioso, pero me espero a que aclare un poco para parar y sacar los trastos, que no vamos demasiado bien de tiempo.

Mar de nubes encima de Sant Joan de les Abadesses... creo.

En otro repechón estamos arriba, y toca mirar al horizonte y respirar hondo, a las nubes que han ido apareciendo en el cielo y que presagian un amanecer con buenas luces (y de colorines, además).

Mar de nubes encima de Camprodón i Olot. 
El cielo es un poema, con nubes de tantos tipos compartiendo cielo, que no luces. Las diferentes alturas y densidad de las diferentes nubes hace que se vean de diferentes tonos e intensidades.

La carena cimera del Taga, y la ladera más abrupta del pic Estela. 

Y poco a poco, sin darnos cuenta, se ha hecho de día, y el Sol está a punto de salir. Estamos solos allí arriba y es una gozada: sentirte privilegiado, especial simplemente por el pequeño esfuerzo (que es una montaña bajita y fácil).


En los prados hay muchas vacas, que ya deben estar a punto de bajar a los valles a pasar el invierno, y sorprende verlas allí arriba, en la cima, con el frío y el viento que hace.
Por otro lado, estas montañas que quedan aisladas, cuando hay neblina en el valle proyectan su propia sombra en el paisaje, y es algo que siempre me ha hecho sentirme pequeño, ver las dimensiones de la montaña.

La sombra del Taga, hacía la Vall de Ribes, Campelles y al fondo, el Pedraforca.

Hacía tiempo que no disfrutaba de una sesión de fotos tan colorida, y por fin, por fin se dio de nuevo esa sensación agridulce de perder la magia de la luz por cada minuto que pasa, sintiéndote un pobre, torpe e impotente aprendiz de mago.


Aparte del estricto amanecer, el cuerpo me pide más marcha, así que decido aprovechar la sucesión de planos, potenciada por el ambiente neblinoso. Saco el tele y me pongo a buscar líneas, contrastes...

El Puigsacalm desde el Taga.

Las condiciones meteorológicas no son agradables, y decidimos bajar rápido hasta el coche y almorzar allí, con la sensación del trabajo bien hecho

PD: Debían estar los astros alineados, porque creo que es la primera vez en toda mi historia que no hago ni una sola toma vertical... :-O



sábado, 5 de octubre de 2013

Tormenta en el desierto. Bardenas Reales.

Después de buscar en los pequeños rincones, detalles en el barro, en las plantas...


Decidimos, mirando el mapa, investigar la zona menos conocida de la región. Y encontramos paisajes increíbles, y absolutamente desconocidos... Tanto, que ninguno de nosotros los habíamos visto en fotos, en revistas... ni en los mapas, ni en las fotos aéreas... Curioso, cuanto menos.
No diré más del tema, pero sí que tengo unas ganas tremendas de volver a esos paisajes desconocidos, si es que soy capaz de rehacer el camino por tantos cruces de pistas sin señalizar...

La cuestión es que decidimos regresar a la pista principal, y bendita decisión, porque se pone a llover, torrencialmente.
Y el fino polvo de las Bardenas y de las pistas secundarias se transforma en una trampa de barro, de arcilla pegajosa que se va quedando pegada en las ruedas de los vehículos y en las suelas del calzado, al caminar.

La pista principal está recubierta de gravilla, y eso evita el problema, pero al pasear por los alrededores, a los pocos pasos tenemos unas "plataformas" en las botas, que dan risa, y pesan un par de kilos de más.

Como está lloviendo de lo lindo decidimos ir a poner gasolina en la furgo, y tomar algo en algún bareto del pueblo... Y empieza una Odisea.
La primera gasolinera, de autoservicio 24 horas, está fuera de servicio... Curioso.
En la segunda gasolinera, de autoservicio también, pongo 75 € de combustible y no sale ni una gota... Llamada al banco para anular la operación.
En la tercera gasolinera, de autoservicio, ya meto la tarjeta con manos temblorosas y , evidentemente, se traga la tarjeta. Cagándome en todos los derivados del petróleo, consigo sacar la tarjeta ayudándome de la navaja...
Al final, decidimos ir a la ciudad grande que quede más cerca. 20 kilómetros. Y deja de llover.

Cuando estoy poniendo gasolina, sale el Sol. Con esa luz limpia del otoño, brillante, cálida, contra un cielo negro de nubes de tormenta... Como una luz acabada de estrenar. Y nosotros en la ciudad...

Salimos disparados hacia las Bardenas, y a punto de amotinarse parte de la tripulación porque pretendía pararse a comprar pan. Pero yo, con mi visión de túnel, sólo veo esa LUZ, y por la situación atmosférica me imagino que quizás se forme...

El arcoíris más bestial que haya visto en mi vida, doble, contra un cielo oscurísimo, parece que lo podamos tocar... Intento salir de los suburbios de la ciudad y encontrar algún sitio donde parar, mientras en el coche la tensión es máxima. Y el arcoíris se va desvaneciendo y la tensión en el interior del vehículo sigue intacta.


La luz sigue siendo excelente, realmente prometedora, realzando el volumen y la textura de la arcilla saturadísima de agua y color.


Llegamos de nuevo al Castildetierra, y nos da tiempo de hacer un par de tomas, y se tapa de nuevo el Sol. Y nos quedamos allí, con las plataformas de barro bajo los pies, con cara de matar... Sin arcoíris, sin luz... sin pan.

Así que decidimos ir a la localización prevista para el atardecer cuando, metidos en el coche, vemos que vuelve a salir el Sol, y todo está precioso... Cuando llegamos y nos bajamos de la furgo, hacemos otro par de fotos... y el Sol se vuelve a tapar. Aunque el cielo es bonito.


En este paisaje, es curioso como la luz directa, tan evitada en paisaje, es mucho más estética que las luces difusas de los días nublados, aporta volumen, color, contraste...


Mi nivel de mala leche es tal que apenas atino a componer con un mínimo gusto, y no me gusta nada de lo que voy haciendo, aunque a posteriori no me parecen tan malas las fotos (ni buenas tampoco)...
Y con ese ánimo, y unas cuántas decenas más de picadas de mosquitos, nos vamos a dormir.

Nos levantamos antes del amanecer, y cuando llegamos a la localización del amanecer, llueve. Así que en vez de cortarme las venas, me quedo durmiendo en la furgo mientras Enrique y Marc salen a ver si hacen algo.
Al cabo de un par de horas, cuando salgo,  el paisaje es muy gris, sin volumen...


Lo bueno de ser unos gafes, y tener siempre tan mala suerte con las luces es que tenemos una especie de resignada aceptación. Y se nos ve siempre currándonos los encuadres y las fotos como si estuviéramos presenciando las luces del siglo.

Quizás, esta sea una prueba más de que en realidad la fotografía en sí no es lo más importante. Que es la excusa y el motivo a la vez. Que nos apasiona estar allí, mirar el paisaje con atención buscando líneas, tonos, texturas. La mirada atenta. Jugar a buscar el punto de vista exacto donde todo encaja a través del visor y el paisaje cobra un valor estético mayor.


Un juego, simplemente, en el que se cumple el tópico de que lo importante es participar, jugar bien aunque no ganes. En que las fotos sean lo mejor posible, independientemente de las condiciones atmosféricas.
El trabajo bien hecho ( o intentarlo).