sábado, 22 de diciembre de 2012

Hay que intentarlo.

Me había quedado con la cara de susto, de la última escalada en los Alpes.
Con ese sabor agridulce de haber "fracasado" pero estando de una pieza.
Y os aseguro que uno de esos días duros en el monte te deja algo tocado, y notas una aprensión que antes no conocías, al volver de nuevo a las andadas... Pero no podemos dejar que un mal día nos cambie las actitudes para con lo que nos gusta... Y ahí estábamos de nuevo, asomándonos al abismo blanco.

Y reconozco que los primeros pasos de la arista de l'Aiguille de Midi me hicieron apretar los dientes y concentrarme más de lo habitual.

La idea, después de un día de descanso en Chamonix era subir al Montblanc, ya que las vías de escalada estaban en malas condiciones, al menos llevarnos el consuelo de subir al techo de los Alpes, como guinda del verano.


Al acercarnos al refugio por la tarde el cielo es un poema. Muy nublado y un viento frío y fortísimo no nos da mucha esperanza de poder hacer nada al día siguiente...

Pero el hecho de volver a intentarlo ya nos sirve, incluso aunque no podamos hacer nada...


Después de cenar, parece que el viento va a arrancar el techo del refugio, y silba con ferocidad toda la noche, colándose por todos los resquicios de puertas y ventanas.
Me acuesto con la convicción de que no saldremos a media noche, ya que la ruta que seguimos para subir al Montblanc está muy expuesta al viento.

Y efectivamente, cuando suena el despertador, a la una de la noche, no se levanta casi nadie. Los guías de montaña aconsejan a sus clientes no salir, y nosotros bajamos a "desayunar"... y nos volvemos a dormir, jaaaajaja.


Al amanecer nos ponemos en pie, y dudamos entre hacer algo o bajarnos definitivamente. El día es espléndido, pero el viento es demasiado fuerte.


Después de muchas dudas (y fotos ;-) ) Decidimos subir al menos al Montblanc de Tacul o el mont Maudit...


Y es una sensación muy rara... empezar una jornada de alpinismo en los Alpes a plena luz, jaja.


Cuando estamos ya cerca del Tacul, definitivamente el tiempo empeora rápido. Hacemos cima y bajamos rápido, intentando escapar de lo que llevan las nubes, pero no hay manera, y nos nieva, nos graniza (dendito casco :-) y nos llueve, por ese orden, durante la bajada.


Y entonces sí, nos despedimos ya de los Alpes, que la previsión del tiempo es mala para unos cuantos días.


Vemos que aún hay gente que baja del Mont Maudit, y algunos que suben con más moral que gana...


En las cercanías del refu hay mucha actividad, gente de cursos, de prácticas de rescate de grietas, unos que asoman las cabezas por las puertas de las tiendas de campaña, y bastantes alpinistas que van y vienen por el camino del refu al teleférico.


Y nos visita el último fenónemo atmosfério que nos faltaba: la niebla, jaja.


Tras la subida agónica de l'Aiguille de Midi, ya podemos estar más relajados, la memoria empieza a trabajar y a ordenar las vivencias a su manera, desvirtuando en cierto modo lo vivido. Pero sin duda, han sido unos días magníficos de montaña, buenas conversaciones, y muy buena compañía.




viernes, 21 de diciembre de 2012

Seguir la luz

Y ser buenos!

Porque no hay que fijarse en lo que hacen los "malos"... Siempre hay gente a la que respetas y que te pueden servir de guía.

Por que no todo es un sinsentido, o al menos, podemos darle sentido al sinsentido intentando que las cosas sean diferentes...



martes, 18 de diciembre de 2012

cuando las puertas se cierran.

Hola de nuevo, aquí estamos que creo que me quedé a medias de una historia...
Pero ya casi ni me acuerdo ;-)

Nos quedamos en la salida a media noche del refugio de montaña, encordados, por un glaciar descarnado de nieve. Con muchas grietas pero poco peligroso, justo por la falta de nieve.

El itinerario nocturno nos lleva a través del hielo, bordeando, saltando grietas, metiéndonos en ellas por un lado y saliendo por el otro... pasando por puentes de nieve y/o hielo que ponen los pelos de punta. Grietas de esas en las que cabría un avión...

La cara norte de la Blanche de Peuterey era nuestro objetivo principal... Pero se quedó sin hacer, por las malas condiciones...

Y en medio de la noche recuerdo mi primer contacto con un glaciar alpino... el vértigo intenso de asomarte a una grieta de decenas de metros... a la negrura que se esconde bajo el mundo blanco de la superficie.

Al hacerse de día nos damos cuenta de que tendríamos que haber escogido una vía de escalada de roca, no de nieve...
También recuerdo la primera vez que me colé en una grieta, y cómo el corazón se puso a mil, y salir de ella hiperventilando, con cara de susto y de "qué hago yo aquí" ...

En esta noche, vamos hablando, a media voz... y nadie más parece seguir nuestro itinerario. De vez en cuando nos colamos en alguna grieta, hasta hacer tope con la mochila, o pararnos tirándonos hacia adelante. Y ya es como un trámite.


Llegamos aún bastante de noche a pie de vía, y no sabemos muy bien por dónde atacar la pared. Y esperamos un rato las primeras luces del día.
Tres tiradas de hielo durísimo, viejo, más tarde ya estamos en la arista, a pleno Sol...
Y nada es como tendría que ser. Apenas hay nieve, el hielo es extremadamente duro y la poca nieve que hay, blanda e inconsistente...


Y en las zonas de roca y corredores, todas las piedras, rocas y otros monstruos de piedra están sueltos y van cayendo por todos lados... Toneladas de rocas acribillan los glaciares ya muy abajo. Por suerte, al recorrer una arista, no hay peligro de que nos caiga nada encima...


Llevamos todo el día con la sensación incómoda de transitar un camino lleno de puertas que se van cerrando a tu espalda, una vez ya las has franqueado. Y después de cada puerta, las opciones son más escasas, hasta que te haces consciente de que te estás metiendo en una ratonera, y que cada decisión no hace más que complicar la situación.

Y al cabo de unas horas se nos hace evidente que no. Que no es nuestro día... O no es el día de escalar "aquello"... Y nos damos media vuelta.

La bajada es delicada, mucho. Y es de las pocas veces que me he visto sin querer estar allí arriba, mirando el glaciar a unos 500 metros más abajo... Y 500 metros son muchos, a veces.

Al llegar al muro de roca, después buscar el itinerario durante horas, abandonamos...

Me ahorraré la parte melodramática de la historia, pero os diré que al cabo de unas horas, sentados en una terraza de Chamonix, lo que celebrábamos era que seguíamos vivos. Y que casi no dábamos crédito de estar enteros y de una pieza...

Y estos días así te demuestran con qué gente se pueden afrontar momentos difíciles, tensos... Que todo el mundo vale cuando las cosas van bien, y todo son risas y alegrías...

Y bueno, aún hay algo más de material de los Alpes... poco a poco, sin estresarse... que sólo han pasado unos cuatro meses de nada... O-o Jaaajaja